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Podemos activar la habilidad de “foco” para entrar en modo similar al “tiempo bala” de Matrix donde nuestros ataques cobran un mayor poder y se añaden temporalmente nuevos efectos para nuestras combinaciones de golpes ofreciendo un sangriento espectáculo de movimientos imposibles y miembros amputados.
Afro sube de nivel a medida que vence enemigos pero su evolución no se ve reflejada claramente y se limita a la aparición repentina de nuevos combos que tendremos que consultar desde un menú especial y que no vienen a suponer ninguna revolución a nivel estratégico.
Los escasos tipos de enemigos que nos desafían, a pesar de ser interesantes artísticamente, poseen una inteligencia artificial que se reduce a la mínima expresión de atacar y defender por lo que vencerlos tampoco supone un problema digno de reflexión y llegan a aburrir por su simplicidad y mecánico ritual de ataque.
Lo mismo ocurre con los jefes de finales cuyos enfrentaremos deberemos enfocar de manera muy similar esquivando, defendiendo y aprovechando los contraataques para rebanarles con nuestra espada hasta reducir a cero su salud.
En general podemos asegurar que ningún combate a logrado trasmitirnos la verdadera intensidad que le guion se merece. Presentaciones pobres, movimientos mecánicos y una continúa lluvia de golpes sin sentido que termina por cansar al jugador.
Los niveles por su parte cuentan con un diseño atractivo pero en la práctica resultan lineales y repetitivos por culpa del inadecuado diseño de los retos que se plantean en ellos, limitando nuestras posibilidades a abrir puertas, activar mecanismos, avanzar por pasillos mientras masacramos infinitas hordas enemigas durante el proceso.
Que se resignen los amantes de los puzzles puesto que no encontraran ninguno, más allá de lo mencionado durante el desarrollo de la aventura. Imperdonable resulta que comúnmente se encajonen nuestras posibilidades de exploración, predefiniendo un camino aislado por “barreras mágicas” y que tras completar una serie de objetivos se nos oblige a revisitar las mismas zonas con una mayor libertad. Quizás fuera falta de tiempo o recursos por parte del equipo de Namco, pero esta reutilización de localizaciones es síntoma de desatención y prisas sufridas en el proceso de producción.
La visión que obtendremos en todo momento se mantendrá desde una cámara satélite que originalmente permanece tras Afro pero que con demasiada frecuencia nos dejara a ciegas ante el peligro, viéndonos obligados a corregir su posición con el stick derecho en demasiadas ocasiones.
Elegante ha sido la propuesta de no mostrar ningún indicador de vida en pantalla. En cambio se ha optado por la coloración en rojo de los personajes que indica su estatus, así como el brillo del colgante del protagonista nos avisa de que está disponible la habilidad de foco.
En modo normal de dificultad Afro nos ofrece alrededor de las 8 horas de juego. En el hipotético caso de que nos quedáramos con ganas de repetir tras completarlo, tendríamos a nuestra disposición un nivel de dificultad superior “número uno” y ciertos objetos coleccionables que nos mantengan ocupados unas cuantas horas más.
Trazados a mano en tiempo real.
De manera verdaderamente fiel se realiza el paso del anime a la consola, mostrando esta versión un acabado de dibujo clásico obtenido gracias a las más depuradas técnicas de Cell-Shading. El resultado de convertir figuras 3D en personajes y escenarios aparentemente planos, con bordes fuertemente trazados está muy conseguido y otorga al juego un apartado grafico digno de nuestro elogio.
Sin embargo la falta de escenarios y su constante reutilización terminan por cansar los ojos curiosos, deseosos de nuevas zonas de exploración. Las texturas planas que visten los polígonos cuentan con una correcta definición y un exquisito cuidado por los detalles, llegando a representar cada tronco, rama y hoja de un árbol con gran definición.
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