La
jugabilidad propiamente dicha ofrece dos vertientes: el juego en ciudad
y las misiones especiales. En la ciudad tendremos libertad absoluta
para movernos y en ella pasaremos la mayor parte del tiempo de juego.
Por un lado encontraremos misiones menores en las que tendremos que ir
de un lugar a otro o resolver algún que otro incidente y por otro lado
las misiones opcionales que nos permitirán conseguir el 100% del juego,
una tarea titánica que nos obligará a recorrer todos y cada uno de los
rincones de la ciudad.

Por su parte, las misiones especiales se
asemejan más a los que nos tienen acostumbrados los juegos de Lego.
Estaremos en un entorno cerrado en el que tendremos que encontrar la
manera de seguir avanzando por el escenario a la vez que rebuscamos por
los escondrijos los objetos escondidos y monedas que nos permitan
obtener los bloques dorados, encargados de mostrar nuestro avance en el
juego. Una vez superadas, podremos rejugarlas cuando queramos. Y esto
será necesario si queremos encontrar todo el contenido adicional ya que
habrá zonas a las que no podremos acceder hasta que no hayamos
conseguido nuevas habilidades. La adquisición de nuevos poderes es una
constante en la serie. A medida que avanzamos en el modo historia
conseguiremos nuevos disfraces que nos darán paso a nuevas acciones que
abrirán nuevas zonas. Es uno de los mayores alicientes que tiene el
juego ya que encontraremos muchos lugares a los que no se nos permite el
acceso y para los que tendremos que esperar, aumentando así las ganas
de avanzar en el juego.
También regresan los trucos que
ofrecerán momentos divertidos o ventajas a la hora de jugar. Siguen
siendo completamente opcionales y, una vez desbloqueados, quedará en
nuestra mano el utilizarlos o no. Muchos de ellos se vuelven
indispensables, como la capacidad de conseguir un vehículo caído del
cielo en cualquier momento o los multiplicadores de monedas, que nos
facilitarán la labor de recoger la cantidad suficiente de dinero para
comprar todos los desbloqueables del juego. Pero nos parece un incordio
que, tras años en esto de los videojuegos, Telltaler’s Tales siga
obligándonos a activar los trucos de nuevo cada vez que jugamos, en
lugar de guardar nuestras preferencias.
El punto más flojo de
todo el apartado jugable es el bajísimo nivel de dificultad que el juego
muestra desde el principio hasta el final. Casos como la activación
automática del GPS para cada misión o las flechas verdes que nos indican
en todo momento cómo resolver los puzles eliminan las pocas
posibilidades de romperse la cabeza en la resolución de problemas. Serán
muy pocas las pruebas que supondrán un verdadero reto y casi todas
estarán relacionadas con misiones optativas, especialmente alguna crono
con el tiempo muy ajustado y un vehículo de control complicado. Es obvio
que se ha querido crear un juego accesible para todo tipo de edades,
pero la falta de un selector de dificultad hace que los más veteranos se
encuentren con demasiadas ayudas.

Habría sido perfecto si la
resolución de puzles no estuviera tan guiada y que las sidequests nos
pusieran en más aprietos. También queremos reseñar como punto a mejorar
uno de los elementos que sigue sin depurarse en la saga: los saltos. A
pesar de ser un juego con un gran componente de plataformas (bastante
automatizado en algunos casos) el enfoque fijo y desatinado de la cámara
nos obliga a caernos al vacío en más de una ocasión obligándonos a
repetir toda la secuencia. Con tantos años a sus espaldas ya va siendo
hora de que se busque un sistema que evite estas situaciones tan
frustrantes.
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