Pregunta: Me siento atraída casi siempre por mujeres y sólo en muy raras ocasiones profundamente por un hombre. Esto me molesta un poco. Por favor, ¿podrías decir algo sobre esto?
respuesta de Osho: El sexo ha sido llamado el pecado original, no es ni original ni pecado. Incluso antes de que Adán y Eva comieran el fruto del árbol del conocimiento ya tenían relaciones sexuales, y todos los demás animales del jardín del Edén, también. Lo único que sucedió después de comer el fruto del conocimiento fue la conciencia: se dieron cuenta de ello. Y al darse cuenta les dio vergüenza.
¿Por qué les dio vergüenza? ¿De dónde vino la vergüenza? Les dio vergüenza porque vieron que se estaban comportando igual que los demás animales. Pero ¿qué hay de malo en comportarse como los demás animales? El hombre también es un animal. Pero apareció el ego: la fruta del conocimiento creó el ego. Creó la superioridad, la idea de la superioridad: «Somos seres humanos superiores. Estos animales estúpidos, si hacen ciertas cosas se les puede perdonar. Pero a nosotros no se nos puede perdonar, esto está por debajo de nuestra dignidad.» The Rebel, cap. 29
El sexo es una actividad tan fundamental en la naturaleza que el ego del hombre empezó a intentar librarse de él.
Lo primero que me gustaría que recordaras es: el sexo es natural. No hay ninguna necesidad de hacer esfuerzo alguno para librarse de él, aunque sé que llega un momento en que lo trasciendes, pero eso es algo totalmente diferente. No puedes librarte de él mediante tu esfuerzo. Si tratas de librarte de él, serás víctima de perver-siones. El hombre ha creado muchos tipos de perversiones porque durante siglos ha estado tratando de librarse del sexo. La homosexualidad ha surgido porque hemos privado a la gente de la heterosexualidad. La homosexualidad surgió como fenómeno religioso en los monasterios porque forzamos a los monjes a vivir juntos en un lugar y a las monjas a vivir en otro lugar, y los separamos con grandes muros.
Todavía ahora hay monasterios católicos en Europa en los que no ha entrado una sola mujer durante mil doscientos años, ni siquie-ra se permitió que entrara un bebé de seis meses, una bebita. ¿Qué tipo de personas viven ahí que tienen miedo de una niña de seis meses? ¿Qué tipo de personas? Deben de haberse pervertido muchísimo, deben de tener miedo de que podrían hacer algo. No pueden fiarse de sí mismos.
La homosexualidad tiene que suceder. Sucede sólo en los monas-terios y en el ejército, porque estos dos son los sitios en los que no se permite que se mezclen los hombres y las mujeres. O sucede en los internados de chicos y de chicas; tampoco ahí se les permite mezclarse. El fenómeno entero de la homosexualidad es una consecuencia de esa educación estúpida. La homosexualidad desaparecerá del mundo el día que se permita a hombres y mujeres encontrarse de manera natural.
Desde la misma infancia empezamos a separarlos. Si un chico juega con chicas lo condenamos. Decimos: «¿Qué haces? ¿Eres un mariquita? ¡Eres un chico, eres un hombre! ¡Sé un hombre, no juegues con las chicas!» Si un chico juega con muñecas, inmediatamente lo condenamos: «Eso es de chicas.»
Si una chica trata de subirse a un árbol, la paramos inmediata-mente: «Eso no está bien; eso va contra el encanto femenino.» Y si una chica intenta persistir y se rebela, la llamamos marimacho; no se la respeta. Empezamos a crear estas feas divisiones. A las chicas les gusta subirse a los árboles; es una experiencia muy hermo-sa. ¿Y qué tiene de malo jugar con muñecas? ¡Un chico puede tener muñecas, porque en su vida tendrá que conocer a muñecas y entonces no se le ocurrirá qué hacer!
Todo este fenómeno no tiene nada que ver contigo personalmente. Es una enfermedad social extendida por todo el mundo.
Dos caballeros ingleses de la vieja escuela hablaban una noche sobre viejos conocidos en su club de Londres.
-¿Qué ha sido -preguntó uno- del viejo Cholmondeley?
-¿Cómo? ¿No te has enterado? Cholmondeley fue a Ã