Sin desvelar nada concreto de la trama, os contaré que me parece sencilla pero atractiva, especialmente por el contexto socio-cultural en el que se desarrolla. Cuenta con personajes interesantes y un mundo tecnológico repleto de posibilidades, aunque no llega a suponer un antes y un después en la narrativa de los videojuegos. Eso sÃ, en un momento determinado, una secuencia cinemática al estilo de Cronenberg que narra cómo las cosas se empiezan a ir tanto de madre, me hizo incorporarme en el asiento y multiplicar mi interés en el último tramo de juego.
El trabajo de campo
Este es un juego con una estructura general muy peculiar. Muestra una primera parte lineal, en el interior de un complejo cientÃfico, perfecto para familiarizarse con las mecánicas básicas. Se trata de un entorno similar al de las clásicas mazmorras, con pasillos y estancias de diverso tamaño y muchas interconexiones y atajos entre ellas. Se explora linealmente y cuenta con un buen número de recovecos escondidos, muchos de ellos opcionales, pero con recompensa incluida. Más adelante exploraremos otros complejos, de temática diferente, cuyas bases jugables se repiten: recopilar llaves, resolver puzles sencillos, plataformear, evitar cámaras de seguridad, hablar con humanos muertos (todo un puntazo) y cotillear su correo electrónico.
Respecto a los puzles, diré que me han resultado bastante interesantes, algunos incluso muy sorprendentes para lo que acostumbran los juegos de acción. Sin embargo, en varias ocasiones me he sentido estafado con la manera de resolverlos, debido a lo obtuso de algunas reglas de vaga justificación. En varios momentos he llegado a pensar que el juego estaba funcionando mal. Muchas de las puertas cuentan con unos mini-puzles: unos rÃtmicos con luces coincidentes, otros de ordenación y giro de luces y otros de selección por código (también de luces). Aunque no son muy complicados, sà que llevan un rato resolverlos. Para mi gusto, suponen un parón demasiado frecuente aunque no llegan a desesperar.
Un mundo (casi) abierto
Pasadas unas cuantas horas de juego, se abre el acceso al mundo pseudo-abierto. Una especie de parque temático emplazado en un territorio natural, con edificios rústicos, mezclado con mega-estructuras, baluartes de la grandeza alcanzada por la nación. A partir de entonces, la cosa va de explorar amplias zonas interconectadas de una manera bastante guiada. En cada zona encontramos instalaciones como la inicial, que son el verdadero vehÃculo conductor de la historia.
Sin ser excesivamente grande, el mapa nos permite movernos por diferentes áreas abiertas pasando por ciertos caminos. No tiene ni necesita un sistema de teletransporte pero sà nos plantea la posibilidad de conducir ciertos coches sin salirnos demasiado de las carreteras. En cada área hay un buen puñado de cámaras que podemos controlar desde una torre de control, asà como otras tantas estructuras robóticas comunes, empeñadas en gestionar las oleadas ingentes de enemigos que se interpondrán entre nosotros y nuestro objetivo de misión.
Por suerte, y para evitar que nos de un ataque de corazón (atómico), el juego nos muestra siempre en pantalla donde está nuestro destino. Además, tenemos un mapa dentro del menú que, sin ser excesivamente aclaratorio, sà que nos ofrece cierta referencia de nuestra posición y la estructura del mundo.
