por Storm 3000 » 29-05-2004 02:40
SEGUNDAS PARTES, ¿NUNCA FUERON BUENAS?
Segunda parte con venganza anunciada, Kill Bill Vol.2 desacelera el frenesí de la primera para acomodarse en una cadencia, diría, moderada. Un poco menos violenta, un poco menos sangrienta (aunque no demasiado), bastante más narrativa, en esta secuela Quentin Tarantino renueva su talento como realizador.
Como su antecesora, Kill Bill Vol.2 está dividida en capítulos. Comienza con el sexto episodio -"Masacre en Dos Pinos"-, reversionando la anécdota de la boda en la que Bill (David Carradine), manda a matar a "la novia" (Uma Thurman). Con la pantalla en blanco y negro, y un relato que alterna voces e imágenes de minuciosa belleza, la película nos cuenta el malentendido que, tal como se vio en la anterior, habría de desatar una cadena necesaria de crímenes.
En el Capítulo séptimo ("La tumba solitaria de Paula Schultz"), la implacable (y eterna) heroína o contraheroína, como se prefiera, habrá de sufrir nuevas alternativas que pondrán en juego su competencia y sagacidad para sobrevivir.
Otra vez con la pantalla en color, "la novia" (como el espectador) tendrá un encuentro a medias desafortunado, con Budd (el magnífico y tarantinesco Michael Madsen), hermano de Bill caído en desgracia, aunque con el ADN criminal en perfecta salud. Éste y otros encuentros -en ningún caso fortuitos-, sirven para que la historia se desplace del presente al pasado, revisando en detalle la biografía de "la novia", cuyo verdadero nombre será develado en el Capítulo noveno ("Elle y yo").
Si en la primera parte de Kill Bill, Tarantino puso en pantalla el cocktail de géneros cinematográficos que son objeto de su admiración (el wuxia pian, los filmes de yacuzas, el animé, el western), en esta segunda modera la exaltación del artificio para ahondar en los caracteres y esculpir una película con pulso de artesano.
Las interrupciones temporales, el cambio de color, los primerísimos primeros planos, la plasticidad de ciertos encuadres, el tratamiento de la textura visual, la insoslayable edición sonora, son algunos de los elementos que aportan sentido a una trama previsible pero con desenlace insospechado. Es mediante la aplicación de tal diversidad de recursos, que Tarantino demuestra, una vez más, su solvencia como realizador que incluye, quién podría dudarlo a esta altura, una clara conciencia de los gustos del espectador medio.
No vamos a contar el final (¿o acaso no habrá una precuela y una réplica de la venganza, tantos años después?). En cambio, sí es necesario decir que, aún tratándose de una película que propone el morboso espectáculo de la sangre, abre el abanico de reenvíos culturales hacia campos y tradiciones de diversa naturaleza. (Tarantino será un crápula oportunista pero también un señor instruido).
En efecto, Kill Bill Vol.2 pone en diálogo (y de paso repara) su fragilidad argumental con la literatura de Herman Melville (en especial, con la novela Billy Bud), con la literatura de consumo popular (en especial, el pulp fiction y el comic, al resignificar la construcción de la figura del superhéroe), con el melodrama televisivo (¡esas lágrimas que corren por las mejillas de la más cruel asesina nunca filmada!), con los manuales para padres y/o cineastas principiantes (¿o por qué creen ustedes que fue elegido presidente del jurado del próximo Festival de Cannes?).
En cuanto a las interpretaciones, Kill Bill Vol.2 también se diferencia de Kill Bill. Es un hecho que los esmeros gimnásticos no cuentan a la hora de evaluar una composición dramática. Cosa que sí puede apreciarse en esta secuela, gracias a la reducción de patadas al aire y su reemplazo por escenas dialogadas o exentas de acción explícita.
Sigo pensando que "la violencia, aún como mero entretenimiento, es la condición de posibilidad de esta secuencia de la cultura humana de la que somos protagonistas". No obstante, ahora entiendo que en las dos partes de Kill Bill se devela la clave de cómo esa violencia, a través de los años y de las inofensivas pantallas domésticas, logró arrancar la risa del espectador. (Guy Debord lo escribió hace cincuenta años: somos lo que vemos).
María Iribarren.
[img]http://www.uolsinectis.com.ar/buenavista/killbill/vol_2/images/afiche.jpg[/img]
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Salu2!
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