[color=indigo] Finalmente había llegado a su apartamento, otro día de más monotonía en donde el mundo seguía moviéndose a ritmo suicida. Otro pleito más en un país que sólo conocía en fotos. Otro desastre más que con costos entendía su funcionamiento, pero que había cobrado tantos universos.
Esa noche, volvería a las andanzas, se había dado ya sus largas vacaciones, aunque cuando tomó la decisión, era más un retiro. Pero ahora las cosas seguían y él no podía hacerse el ciego o el sordo.
Se dirigió a aquel rincón olvidado del ropero, tomó aquel uniforme de colores imperdibles y fugaces, el rostro que cubría su faz y la capa, siempre cliché, pero no le importaba, se sentía a gusto.
Cuando hubo terminado de prepararse, se encaminó a la ventana, a diez pisos de altura, abrió lentamente la puerta corrediza y dio una rápida mirada por encima del balcón. Tomó un corto impulso y saltó por encima de la última barrera. A salvar el mundo como siempre fue en sus sueños…
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