No importa cuántos años hayan pasado, las miradas de quienes vienen en estas fechas a Ventanilla siempre se perderán en el mar con el mismo brillo de nostalgia y con la misma certeza de que así, como ayer, entre arena y flores, se les siente más cercanos, más presentes, más nuestros.
Por eso, como ayer, las palabras, esas que vencen al olvido, volvieron a tornarse en olas de amor que van de la orilla hacia dentro. Como queriendo que esa inmensidad que viene y va, nos dé las respuestas que el tiempo aún oculta.
¿Por qué Alianza Lima hizo del mar el monumento a su sufrir? ¿Por qué el destino tuvo que elegirles a esos muchachos, a los pasajeros del avión fatídico, esta gran sepultura de agua? A esta hora lo sé, quizá las olas no tengan explicaciones, pero sí nos marcan el ritmo de sus latidos eternos. Aquellos que partieron, inolvidables.
16 calendarios han deslizado ya sus hojas de diciembre. 16 años compartiendo la pena de sus ausencias en el Día de la Virgen. 16 años que el peregrinaje de los deudos, familiares, hinchas y simpatizantes de Alianza Lima cumple su ritual de tristeza y consuelo. Venir, como lo hicieron ayer, a estas orillas sólo para dejar constancia del recuerdo y de la fe. Porque sólo muere quien es olvidado.«Gracias por hacer que los chicos que se nos adelantaron en el viaje estén presentes en el recuerdo del pueblo aliancista. Estoy seguros que ellos desde arriba estan rezando por nosotros», dijo el padre de Aldo Chamochumbi en representación de los deudos, antes de retirarse.