La historia es interesante y presenta diferentes giros de guión que te mantendrán enganchado, no podemos echarle en cara nada en ese aspecto, pero es extraño que se haya optado por un modo principal tan vacío y lineal donde el jugador es un mero espectador. Porque además, hasta las luchas contra los bandos de monstruos son opcionales. Excepto en dos o tres ocasiones, no estarás obligado a luchar contra nadie a menos que no quieras, lo que aumenta aún más la libertad del juego a la par que lo convierte en un experimento aún más extraño. Pero el hecho de que las luchas contra los enemigos sean evitables no quiere decir que sean innecesarias. Los monstruos aparecerán en diferentes zonas del mundo a través de las corrientes de miasma.
Una vez que aparezcan tendrás un tiempo limitado para deshacerte de ellos y conseguir la recompensa, un objeto de mirra que incrementará tu vida. Esto convierte a las luchas con los monstruos en un juego de estrategia donde debes de vencerlos lo más rápido posible y esto sólo se consigue descubriendo las bondades y debilidades de cada uno de ellos. Es frustrante puesto que la información es escasa y deberás de ir aprendiéndolo tú a base de ensayo y error, lo que acaba siendo un proceso de aprendizaje demasiado lento y termines por luchar confiando más en la suerte que en tus conocimientos de las habilidades de los enemigos que podrás usar en tu favor.
Estas apariciones y desapariciones de enemigos son en ocasiones algo molestas puesto que la existencia de enemigos supone la transformación del escenario en algo vacío y sin gente. Es por ello que quizás te encuentres disfrutando del paisaje o de algunas side-quest y todo desaparezca para dejar sitio a los monstruos. Aunque se ha hablado mucho sobre los problemas de la cámara, no hemos encontrado nada que nos haya hecho incómodo el juego ni las peleas, puesto que se puede manejar en todo momento con la cruceta y es un gesto bastante natural. Eso sí, se habría agradecido la posibilidad de una cámara algo más alejada del personaje, sobretodo cuando queremos encaramarnos a alguna cornisa y miramos hacia arriba y la visión queda muy reducida.
Tú pones el límite
Si enfocamos el juego de tal forma que sólo nos centremos en la historia principal, nos encontraremos con un juego cuya duración aproximada será de unas 6 horas, tiempo al que nos tienen acostumbrados los videojuegos de hoy en día. Pero si buscamos un poco más allá y nos inmiscuimos en todo aquello que encontramos en el mundo abierto de FFCC: The Crystal Bearers el juego se alargará hasta las 20 horas, quizás más.
El sistema de medallas –similar a los logros- supone un aumento enorme de la duración del juego puesto que nos encontraremos con nada más y nada menos que 330 logros diferentes para conseguir. Muchos de ellos los iremos consiguiendo a medida que vayamos avanzando en la historia principal, pero estos sólo suponen en torno al 15% del número de medallas totales. Además, al finalizar la historia se nos ofrecerá la posibilidad de rejugar la aventura desde el principio partiendo con todas las mejoras que hayamos conseguido, por lo que el juego ofrece alicientes para su rejugabilidad, algo inusual en este tipo de aventuras.
Final Fantasy Crystal Chronicles: The Crystal Bearers
