Sin embargo, es al ponernos a los mandos cuando empezamos a notar que algo no va bien. El primer y más grave problema es el control. Cuando nos acercamos a un rival, los coches se comportan como si tuvieran imanes. Quedarnos pegados a otro vehÃculo es frustrantemente fácil, y separarnos, una odisea. Esto no solo nos frena y nos hace perder un tiempo precioso, sino que rompe por completo el ritmo de la carrera y puede arruinar una vuelta perfecta por un simple roce. Algo similar sucede con los bordes de los trazados.
A todo esto, hay que sumarle que el juego es un paseo por el parque. La dificultad general es tan baja que es muy probable que ganes la mayorÃa de las carreras a la primera, sin sudar la gota gorda. Cada categorÃa tiene un número fijo de circuitos y, una vez los completas, no hay mucho más que hacer. Esto deja la duración del juego tiritando. Lo que realmente remata la faena es la alarmante falta de contenido. No hay un modo contrarreloj, ni campeonatos, ni rastro de un modo multijugador. Un arcade de carreras sin la posibilidad de picarte con un amigo, ya sea en el sofá o en lÃnea, es un coche al que le han quitado las ruedas. Todo esto condena al juego a ser una experiencia solitaria y muy, muy corta.