No os voy a engañar. El primer contacto con Outward es duro. Muy duro. Empezando por su tutorial, que es poco más o menos un tren de la bruja con un camino de baldosas amarillas (o fulgores rojos, si queremos ser literales) que espera que el jugador lea pantallas y pantallas de texto explicándole como jugar, y continuando con el poco nivel de detalle de la creación de nuestro personaje o la pereza a la hora de hacer avanzar la trama mediante diapositivas, no tardaremos en darnos cuenta de que nos encontramos ante un juego extraño para los estándares actuales. Siendo claros, es feo, se maneja raro, desde un primer momento nos inundan con posibilidades de cosas para hacer, pero no queda claro cuál es el camino a seguir. Fantástico.
Los creadores venden esta incómoda introducción como una forma de respetar al jugador veterano, que va a volver a comenzar el juego desde el principio una y otra vez para probar diferentes opciones y alternativas, algo además potenciado por el hecho de que sólo tendremos un juego guardado que se irá actualizando automáticamente. Pero, personalmente, no le encuentro la gracia. Sobre todo porque conforme avancemos en el juego, algunos problemas se solucionarán, como la inutilidad de nuestro personaje, y la falta de variedad del combate, añadiendo diferentes armas, cuestiones como que la climatologÃa afecta a nuestro personaje, entornos, sobrevivir será más sencillo... pero el bucle de juego básico seguirá intacto. Correr de un lado a otro del mundo, sin atajos, lo que acabará matando nuestras ganas de explorar. Un combate mÃnimo e insatisfactorio, que nos obligará a depender de la magia para sacarle una gracia.