R-Type Dimensions

El matamarcianos de siempre, mejor que nunca

La saga R-Type es una de las más laureadas de la historia de los "matamarcianos".
Desde su aparición en salones creativos en 1987, nos ha inundado con excelentes secuelas para todo tipo de plataformas: R-Type II (1989), R-Type Leo (1992), R-Type III (1993), R-Type Delta (1998), R-Type Final (2003), y el reciente R-Type Tactics (2007) para PSP.

Tozai, en su rol de resucitadora de clásicos, es la desarrolladora que nos trae esta fantástica edición para Xbox Live Arcade.

R-Type Dimensions desarrolla nuevamente las dos primeras entregas de la saga, adaptada, en esta ocasión, a las exigencias de los televisores de alta definición, al incluir una gran cantidad de modos de visualización y respetando en todo momento la jugavilidad del original.

Para los que aun no conozcan R-Type, explicare que se trata de uno de los shooters más influyente en el mundo de los videojuegos.
Partiendo de la idea básica de machacar el botón de disparo mientras esquivamos los lasers enemigos, como ocurría en Galaga, Galaxian o Space Invaders; los creadores de R-Type decidieron cambiar el movimiento vertical de las anteriores referencias, por el scroll horizontal del mapeado.
Las características técnicas de las plataformas de la época supusieron un gran salto de calidad en el género, favoreciendo, en parte, al éxito de la saga que ahora nos ocupa.

Una historia muy simplificada nos ponía a los mandos de una sofisticada nave espacial, con la que gracias a un gran arsenal y la inestimable ayuda de una esfera indestructible bautizada como Force, debíamos enfrentarnos los Bydo, una horda de enemigos extraterrestres que declararon la guerra con la humanidad.

A lo largo de 12 niveles, recorríamos zonas del espacio exterior, el interior de naves, planetas orgánicos, enormes grutas y una infinidad más de exóticos lugares, custodiados en la recta final por inmensos jefes finales.
Dichas criaturas suponían un autentico reto tanto para nuestros reflejos como para nuestra inteligencia, puesto que cada uno contaba con formas, estrategias y puntos débiles propios que nos obligaba a estudiar cada uno de sus movimientos y esquivar sus ataques a la par que machacábamos el botón de disparo para encontrar la manera de dañarles.

Pero, si bien final bosses ya podían resultar un suplicio para los jugadores más casuales, las fases y lo que nos encontrábamos durante su transcurso, representaban un ejercicio de memoria, habilidad y reflejos digno de mención.
Acostumbrados a gastar muchas monedas en las recreativas de la época, este juego premiaba a los que pasábamos horas delante de esa máquina de bar, y cada semana recordábamos el punto donde perdimos los últimos créditos, o el enemigo que consiguió derrotarnos y devolvernos a casa con los bolsillos vacios.
Por aquel entonces bastaba tan solo con la ventaja de conocer los movimientos de nuestros enemigos y la esperanza de revancha. Eran buenos tiempos.