[color=darkblue]Es noche cerrada, y vuelve el sueño a ser mi enemigo.
El recuerdo es vivencia. Primero llega la sensación antes que el conocimiento. Luego, la angustia y la impotencia que se vuelven desesperación ante lo inevitable. Nada puede hacerse, nada cambiará esta vez. El dolor me hace conocedora, una vez más, del concepto de infinito. No hay consuelo: ni los gritos, ni el silencio.
Despierto, el pelo mojado y entre sollozos. La única defensa es la noche, la oscuridad que en su silencio cálido me protege de toda exposición a lo ajeno. Una vez más no habrá caricias para el alma herida; una vez más, sólo las lágrimas serán dinámicas en la quietud absoluta. Mi pequeña compañera acude a mi consuelo: sólo ella es testigo de tantos llantos solitarios. Su fidelidad incondicional no tiene límites…y otros se preguntan por qué la quiero.
Los minutos pasan en dirección contraria, la noche es larga. Esta vez no escaparé, esta vez me enfrentaré al dolor. Lo acepto. El destrozo interno no tiene medida, pero sé que de esto saldré nueva, forjada como una espada. Mientras los golpes imprimen la dureza el dolor no tiene medida. El agua llega y el dolor se desborda.
Amanezco nueva y brillante, limpia de lágrimas, con nuevos colores en mi alma. Ahora el camino es claro. Podré seguir la estela.
Prometo no perderme más.
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