1° de Enero.- ¡He conseguido el nombramiento! Mi tío, el Diputado, decía que era una locura, pero al fin cedió. ¡Ya soy Director del Manicomio!.
Este diario me lo regaló Josefina, la enfermera de la Sección Napoleones. Es muy interesante. No la enfermera, que es un bagre envuelto en lo mismo, sino el diario.
Hoy hubo una actuación en mi honor. Me daban la bienvenida. Todo salió muy bien, pero al final del discurso, el orador principal pidió que le trajeran su elefante amarillo, de manera que se hizo una investigación, y resultó que no era un médico nuevo, como todos creían, sino un loco escapado de otro manicomio. Mañana lo devolveremos.
¿Cómo será la vida entre locos? Yo ya tuve cierta práctica en quinto año de Medicina. También ayudé a mi tía Rosa Elvira, que empezó tejiendo bufandas y terminó loca como una cabra, pero eso no es suficiente...
2° de Enero.- Hoy se armó un lío con el loco del discurso. No quiere volver al otro Manicomio, porque dice que su elefante no tiene techo y se le destiñe con la luz del sol. ¡Un caso triste! Se trata de un señor decente que perdió la razón en el último maremoto del Callao. Tendré que quedarme con él.
Al medio día tuve otro pleito. Los hermanos corsos, dos arequipeños llamados así por su manía de usar corset, pretendían operar de las amígdalas a la Reina de Abisinia, un mozo chalaco que empezó imitando a Greta Garbo y ahora se siente Negusa. ¡Que fuerza tienen los locos...! Apenas si pude quitarle a uno de ellos el alicate de las manos y evitar que el otro le metiera el anzuelo en la boca al de las imitaciones. Lo que he podido conseguir fue retirarle de la boca el taco de madera con que le apuntalaron el paladar para despejar el terreno. El pájaro carpintero se ofreció para serrucharle el taco, pero como quería cortarle la cabeza primero, y llevarse el trabajo a su cuarto, me negué a autorizarlo. Mañana veremos qué pasa.
Mientras escribía estas líneas tocaron la puerta de mi despacho. Abrí y era un loco horrible. Tenía la más perfecta cara de loco que he visto en mi vida. Lo entretuve un rato hasta que, con un pretexto, llamé al pabellón de furiosos para que se llevaran al visitante. Se armó un alboroto, pero finalmente se estableció que no era un loco, sino un poeta vanguardista que vende Enciclopedias Británicas a domicilio, de manera que le di mil satisfacciones. También tuve que comprarle la Enciclopedia. Antes de irse me dejó unos versos de los cuales es autor. ¡¡Qué versos, mi Dios!! Lo que es, en cuanto venga por la primera cuota, le zampo una camisa de fuerza que no se la saca ni Tarzan!!
3 de Enero.- Hoy ha venido a verme una comisión de locos. Pertenecen al seminario de filosofía sartriana del Manicomio y quieren editar un periódico mensual llamado “La Razónâ€