Escribí estoo... estaba aburrida, así que... mm lo pongo aqui por si alguién está aburrido y tiene ganas de leer algo largo ^^
Lolo
La primera vez que vi a Lolo así, yo había ido a la cocina a tomar un poco de leche. Al voltear hacia arriba me encontré con una imagen escalofriante y solté un grito.
-¡Cecilia! ¿Qué sucede? -escuché la voz de mi madre desde su recámara.
Le contesté que nada y volvó a mi habitación, aún con el corazón acelerado.
Volví a evocar a Lolo viéndome desde el balcón: sus orejas picudas totalmente levantadas, su cuerpo rígido y recto sobre sus cuatro patas flacuchas, y el sol reflejándose desde su hocico hasta las patas delanteras. Definitivamente ver a tu mascota en esa posición no es nada consolador.
-Qué tonta soy -me dije-. Es sólo mi perro.
Pero lo cierto es que desde ese momento me alejé un poco de Lolo, y me sentía incómoda al estar en la misma habitación el él.
Un par de días después, mi madre lim'pió el balcón, como todos los jueves y, al bajar, lo hizo con una bolsa de plásticoen la mano izquierda. Le pregunté la razón y contestó con la voz apagada:
-Tuve que recoger ratones y pájaros muertos. Ya sabes cuánto le gusta cazar a Lolo.
Pensé que Lolo jamás había matado a un animalito antes, pero minutos después se me hizo patético mi presentimiento... hasta que volví a ver al perro rígido, sólo que esta vez en mi habitación. Estaba junto a la puerta, como esperándome, con los ojos muy abiertos. Salté para atrás y tropecé con un escalón. De ahí no me moví más porque el miedo me paralizó por completo.
-Ceci, ¿qué haces en el suelo? -me preguntó la nerviosa voz de mi mamá.
La volteé a ver y señalé a Lolo, pero para mi sorpresa, el perro había desaparecido.
-Cecilia, creo que estás muy cansada, deberías ir a tomar una siesta.
-No, estoy bien -logré articular, pero mi madre ya abría las sábanas de mi cama. Yo tenía miedo de quedarme sola, y casi lo confesé en voz alta, pero me pareció muy ridículo que una chica de trece años le dijera a su mamá que le da miedo el perro, así que me callé y me metí a la cama.
Me desperté ya de noche. Prendí la lámpara que estaba sobre mi mesita de noche. Mi recámara se iluminó por completo y, para mi horror, Lolo estaba sentado junto a mi escritorio con los ojos muy abiertos y las orejas levantadas.
Mis manos comenzaron a temblar con descontrol. Desvié la vista, ya no podía seguir viendo a mi mascota en ese estado. Mis ojos se posaron sobre la mesita de noche, donde el despertados se recorría, por arte de magia, hacia la orilla del mueble. Volteé a ver a Lolo de nuevo, sus ojos se habían puesto rojos, y se levantaba lentamente sin apartar su mirada de la mía.
No aguanté mas: grité con todas mis fuertas.... y desperté.
Tenía el camisón pegado al cuerpo de tanto sudar. Encendí la lamparita y busqué el despertador para saber la hora, pero no se encontraba sobre la mesita de noche, no sé por qué se me ocurrió asomarme para ver el suelo. Ahí, roto y volteado, se encontraba mi despertador. El corazón me empezó a latir tan deprisa que tuve la sensación de que se me iba a salir del pecho.
Intenté convencerme de que todo era una increíble casualidad, pero la vista se me desvió hacia el escritorio, donde había un perro con los ojos encendidos.
Volví a gritar, hasta que mi madre entró en mi habitación. Me preguntó:
-Ceci, ¿te encuentras bien? ¿Por qué gritabas?
Volteé al escritorio, pero Lolo no estaba ahí. Lo busqué por la habitación y lo encontrpe tras las piernas de mi madre, son sus ojos azules y su movilidad normales.
-Tuve una pesadilla... sobre despertadores caminantes.
Mi madre soltó una carcajada y se metió a la cama junto a mí. Sólo con saber que ella estaba cerca dormí tranquila, con o sin Lolo.
La siguientes semana procuré estar siempre acompañada, y funcionó bastante bien. Lolo tenía un problema que sólo yo veía y no iba a permitir que un estúpido perro me pusiera los pelos de punta.
Exactamente una semana después del incidente con el despertador escuché gritar a mi madre. Mi corazón se olvidó de latir un momento.
-¡Demonios! -me dije-. El perro ya poseyó a mamá...