La asignatura pendiente

Publicado el 03-07-2009 a las 22:43
Autor: Borja "Raistlin Majere" García

Los videojuegos son hoy una industria importante, pero una masa de la sociedad la ve como una amenaza que hay que erradicar. ¿Arte? ¿No arte?¿Cultura?¿Censura?

El arte está presente en la vida diaria de muchas personas. La música, el cine y la literatura son actividades de ocio común en el mundo desarrollado. No hay que olvidar, sin embargo, que eso no fue así siempre; la literatura-por ejemplo- durante la Edad Media era monopolio de la Iglesia, en cuyos monasterios se guardaban los códices con celo. El pueblo no sabía leer y no se hacían esfuerzos para enseñar más allá de los muros eclesiales. Afortunadamente el surgimiento de la imprenta, potenciado por el descubrimiento del tipo móvil de Gutemberg, liberó las letras a todas las clases sociales.

Está claro que la literatura es un arte. El cine también es considerado como tal (séptimo arte). Según explica Enrique Martínez-Salanova, subdirector de la revista científica Comunicar, el cine es un compendio de varias artes: “Sin la literatura y los escritores, sean de novela, cuento, guión o poesía, el cine no tendría argumentos”. Tampoco hay que olvidar a la fotografía, la arquitectura, pintura o escultura, pues sin ellas “no tendrían soporte estético ni justificación teórica”. Asimismo, “sin la música y la danza, la luz o el color no podría expresarse en su plenitud. Sin las ciencias, la física y la química, la tecnología o la informática, el cine no tendría base material en que sustentarse."

En el caso de los videojuegos se encuentran elementos comunes con el cine. Es parecido en el sentido de que también reune un conglomerado de artes; para un proyecto se necesitan diseñadores, artistas conceptuales, músicos, escritores. Es quizá el lenguaje narrativo y expresivo lo que más elementos comunes tiene. Sagas como Metal Gear Solid han intentado contar historias con fórmulas muy cinematográficas. Pese a ello, y como opinión personal, creo que hay que buscar una forma expresiva específica para los videojuegos, quizá ahondando más en lo jugable y olvidando un poco las escenas de vídeo propiamente dichas.

Ya han pasado más de 30 años desde que comenzó la industria del videojuegos, pero el debate sobre si considerarlo un arte o no sigue dando de que hablar. Hideo Kojima, creador de la saga Metal Gear, opina que los videojuegos no son arte: “El arte es algo que radia del artista, la persona que crea la pieza de arte. Si pasan 100 individuos y uno solo de ellos es cautivado por lo que la pieza irradia, eso es arte”. Para H. Kojima, los videojuegos no intentan capturar a una persona, sino a muchas. Se pretende que un colectivo amplio disfrute del videojuego, y por los tanto “es como un servicio. No es arte”. Reconoce aun así que los videojuegos recogen aspectos artísticos.

Fumito Ueda, director del Team ICO, manifestó que los videojuegos-o al menos sus proyectos- tampoco se pueden considerar arte: “Personalmente, yo no lo creo. Estamos haciendo un juego para entretener a la gente. A veces mi personalidad y la de mi equipo se puede ver reflejada en el juego, pero no es arte.”. La pregunta es...¿Por qué no? Según la definición de la Real Academia de la Lengua, arte es una “manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.” Es cierto que en un videojuego-al igual que el cine- normalmente es un colectivo y no un individuo solo el que se encarga de dar “la visión personal”. Tampoco suele ser un acto desinteresado (los grandes proyectos tienen detrás a grandes empresas). Por lo cual cabría matizar que los videojuegos o el cine, como tal, quizá no sean arte. No todas las películas, ni todos libros, ni tampoco los videojuegos pueden ser tratados de esa manera. Pero el arte es un término ciertamente abstracto; para algunas personas, las corridas de toros se acoplan a la definición. Para otras solo es tortura. Muchos puristas ven el arte moderno como un abyecto conjunto de colores y líneas sin sentido alguno, otros tienen un prisma justamente contrario. Es posible que la visión de lo que es arte y de lo que no esté dentro de la subjetividad de cada individuo.

Dejando de lado este debate, muy vivo todavía, es conveniente ahondar en otro tema más importante aun; la aceptación de los videojuegos en la sociedad. Todavía hoy se le achaca a la industria del videojuego muchos de los problemas que ocurren diariamente. Cuando un loco entra en un colegio armado con una escopeta y se carga a todos los que se interponen a su paso no se tarda en realizar toda clase de vinculaciones que apuntan a los videojuegos como primer culpable: “Ah, jugaba al Counter”. Esa fue la (escasa) reflexión que se hizo en Alemania muy recientemente. Y es que el esperpento va más allá en ese país; se practica una férrea censura que no debería ser propia dentro de un país democrático moderno. Se habla de proteger a la infancia de la cruel violencia de los videojuegos, pero se olvidan que el papel educador corresponde a los padres y que son ellos y no el Estado los que tienen que controlar lo que juegan o dejan de jugar sus hijos. Asimismo no es de recibo que se censure los videojuegos e incluso se prohiban, cuando películas de cine ultraviolentas y libros de toda clase campan a sus anchas. Es inadmisible que los Gobiernos pretendan regular de esa manera los productos culturales. No se puede tolerar, hay que actuar y rápido. Es la industria la que tiene que mover la primera ficha.

En España todavía se deben dar pasos decisivos para que la industria del videojuego tenga el reconocimiento que se merece. Hace escasos días pudimos escuchar unas esperanzadoras declaraciones de la Ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, que ha prometido ayudas públicas al sector: “Los videojuegos ya son un arte. Ahora queremos situarlos en el rango de otras artes como el cine, el sector editorial o las artes plásticas”. Eso por supuesto sólo son palabras, así que esperemos que el asunto no quede en agua de borrajas. Es la asignatura pendiente, conseguir que los videojuegos sean reconocidos como algo más que un entretenimiento fugaz. También son cultura.