Hace eones el mundo conocido estaba formado por un océano infinito cubierto por un cielo sin fin. Es ahí donde nacen dos titanes: Bionis y Mekonis. Los dos grandes habitantes del universo se enzarzan en una titánica e infinita batalla que sólo puede culminar con la muerte de uno de los dos. Tras dos acertados golpes, ambos contendientes quedan profundamente dañados y sus cadáveres son los únicos testigos de lo sucedido.
Es sobre estos cuerpos sin vida donde, con el paso de miles de años, nacen nuevas civilizaciones. Bionis, el ser de la naturaleza, da lugar a diferentes formas de vidas que se alimentan del éter que emana del ser ancestral. Mekonis, símbolo de las máquinas, se ve cubierto por un ejército de robots que castigan sin piedad y diezman las colonias de supervivientes de Bionis.
Contexto inigualable
Esta magnífica introducción nos sitúa en un original y arrebatador contexto que nos enganchará a descubrir cuáles son los motivos de por qué los Mekon no cejan en su empeño de terminar con cualquier símbolo de vida de Bionis. A lo largo de la aventura veremos cómo las motivaciones de los protagonistas evolucionan a la par que van descubriendo los diferentes giros del guión y las influencias que los demás personajes tienen sobre ellos. Aunque la historia es original, no se nos escapa que hay situaciones que dejan entrever de forma muy clara por dónde van a ir los tiros en las escenas siguientes. No sabemos hasta qué punto es intencionado, pero hay giros argumentales que no nos sorprenderán tanto ya que ya se había deducido de una forma muy sencilla en alguno de los diálogos de la escenas de vídeo. Aunque hay que reconocer que otros momentos sí que logran reservar su gran golpe de efecto, destacando especialmente los compases finales del juego. Es ahí donde la historia gana en enteros y se sitúa muy por encima de lo que estamos acostumbrados.
No cabe duda de que gran parte del potencial de la historia radica en el hecho de que nuestro mundo es un enorme cadáver que recorreremos de cabo a rabo en una localización de basto tamaño. Los desarrolladores han conseguido hacer que los escenarios no sólo sean la base que sustenta la historia, sino que se conviertan en personajes de propio derecho y den al juego una ambientación difícil de encontrar en otros títulos.
Hasta donde alcanza la vista
Y gran parte de la capacidad del juego para introducir al jugador en la aventura se debe al apartado gráfico, aunque no tanto por su calidad sino como por la capacidad de crear escenarios amplísimos que permiten hacer real la historia que se está contando. Tal y como dice Mufasa en el arranque de El Rey León “nuestro reino llega allá donde alcanza la vista” y esa frase se puede aplicar perfectamente a lo que nos encontramos en Xenoblade Chronicles. Nuestro mapa, todos aquellos territorios a visitar serán aquellos que podemos ver a lo largo de nuestros viajes. Ya sea una enorme montaña que representa la cabeza de Bionis, como una ciudad que descansa en el fondo de un gigantesco valle. Y lo mejor de todo es que todo se produce sin parones y sin tiempos de carga, salvo breves paradas en el cambio de zonas.
