Los clásicos nunca mueren. No importa que sean clásicos modernos. O clásicos instantáneos. O clásicos desconocidos. Steamworld se ha convertido en una de las series estrella dentro del recorrido indie. Tras romper los moldes con su secuela, ahora Image & Form rellena el hueco que faltaba trayendo la entrega original a Nintendo Switch. Quizás algunos encuentren en esta entrega un paso atrás, mucho más Rustyca (¡JA!), mucho menos versátil y menos dinámica. Con sus niveles generados de forma aleatoria, algo que no se conservó para la secuela, y una jugabilidad nueva y repetitiva, consiguió encandilar a todos y engancharnos a aquello de picar piedra. Conseguir llegar más y más hondo se volvió obsesivo.
Esta versión de Switch no ofrece nada que no hayamos visto en las plataformas en las que ya salió (incluyendo la versión de Nintendo 3DS). Las HD ya las pudimos disfrutar en Wii U y PC, posteriormente en Xbox One y PlayStation 4, pero el juego sigue estando fresco como el primer día. No importa si ya lo has jugado, siempre hay una excusa para volver a donde todo comenzó. Y nada mejor que repasar los diarios perdidos de Rusty que llevaron a Dorothy a iniciar su propia aventura en Steamworld Dig 2.
Día 1
Ah, el Viejo tío Joe. Dejé de tener noticias suyas desde que su placa base sufriera los efectos del tiempo y la humedad de esa apestosa mina. Nadie entendía su extraña obsesión por rascar lo poco que quedaba de aquel viejo yacimiento minero. Ahora yo la he heredado. Y aquí estoy, en el perdido y abandonado pueblo de Tumbleton, población: 3 4.
Descubrimientos
Sólo llevo unos minutos en el pueblo, pero desde que me han dado el pico, excavar se ha convertido en una obsesión. Desde el principio me di cuenta de que tenía que tener mucho cuidado con no quedarme atascado creando rutas imposibles, me sé de gente que no tuvo forma de volver a la superficie. Afortunadamente en seguida fui consciente de mis limitaciones de salto y de ciertos trucos a tener en cuenta para no quedarme enterrado. Soy muy bueno escalando, pero hasta que no conseguí el propulsor a vapor no era capaz de subir nada mayor que una piedra. Entre las mejoras que me fabrican los vecinos del pueblo y las que mi tío ha dejado ocultas en la mina, cada vez soy capaz de superar retos mayores.
Estoy un poco harto del poco espacio que hay en mi bolsa para minerales, a pesar de que ya la haya ampliado unas cuantas veces, porque eso implica tener que subir al pueblo y bajar a la mina una y otra y otra vez. Es el mayor inconveniente que le encuentro a esta aventura. Mi tío dejó las cosas bien atadas, fabricando portales de teletransporte sin precedentes y sistemas de cañerías realmente útiles, pero se hacen tan necesarios como escasos. Afortunadamente la luz, mi otra limitación, no es un problema. Suele llenarse antes la bolsa de lo que tarda en apagarse el candil.
Lo bueno de todo esto son las vistas y la música. Esos ritmos clásicos del spaguetti western, propios del mismísimo Morricone (uno de los pocos luminosos que respetamos), mezclados con ritmos más modernos son algo que uno no puede pasar por alto. Además, cuanto más cavo, más se deja ver el increíble espectáculo que hay bajo la superficie, un mundo aún por descubrir. En este universo toon en el que nos ha tocado vivir, todo es tan limpio, tan colorido, que es imposible ponerle alguna pega.
