En Paradise, la vorágine de la "libertad" destruyen las carreras. No es divertido tener que parar cada dos metros que recorre tu coche para mirar el mapa y elegir el camino correcto. El mapa de la zona inferior de la pantalla abarca muy poco terreno y es imposible fiarse, por lo que tenemos dos opciones: conocer al dedillo el mapeado (lo cual nos llevará horas y horas de insípido aprendizaje) o perder una y otra vez. Un error de diseño tan desastroso que convierte lo que antaño fue casi perfecto en un desastre de proporciones bíblicas. Las pruebas de "Takedown" (nombre de la técnica que corresponde a estampar a vehículos contra edificios, vallas u otros coches) sí que se benefician en la libertad del territorio, pero tampoco evolucionan considerablemente respecto a su esquema en Burnout 3 Takedown.

"Paradise" es un juego que se confunde de recompensa. Cuanto más y más juegues, más vehículos y extras irás desbloqueando, lo que sin duda tiene cierto encanto, pero nunca ha de ser la meta de un juego de esta índole. Un buen arcade premia al jugador paciente, al jugador que conoce la trazada de forma milimétrica, domine el control del vehículo y prácticamente se desvive para tan sólo rascar una milésima de segundo al cronómetro. En Paradise se premia la paciencia, la exploración rutinaria y anodina por el escenario y el ensayo y error. Como en un plataformas.

En términos visuales no puedo rechistar. Paradise es sin duda uno de los juegos más preciosistas y estables que he visto en lo que llevamos de generación. A unos triunfales 60 frames por segundo, el juego muestra toda una ciudad, sin ralentizaciones, sin muestras de pop-up, con modelados de gran nivel, texturas en alta resolución y una luz paradisíaca, un atardecer eterno similar a las idealizaciones de la California de los 80 que le otorgan personalidad y distinción. Aunque los verdaderos protagonistas en este apartado son los brutales y deshumanizados choques. La acción se detiene, la cámara se vuelve protagonista y directora de la macabra coreografía de dos vehículos imparables hacia su auto-destrucción. Unos choques milimétricos, donde no dejan lugar a la imaginación y acaban casi literalmente, como acordeones de chapa. Burnout Paradise luce especialmente bien en la versión de Playstation 3, haciendo uso exhaustivo del motor de partículas específico para esta plataforma que muestra en cada colisión una mayor cantidad de trozos de cristal, llantas o metal.

El tan cacareado modo online y su inclusión en la interfaz sí que es un acierto verdaderamente revolucionario. En cualquier momento podremos agregar a amigos a nuestra ciudad virtual a golpe de cruceta, invitar a jugadores extraños o introducirnos en otra ciudad, utilizando como es obvio nuestra partida actual, sin dilación, sin saltos, una verdadera integración orgánica de modos que creará escuela. Como detalle (tan fetiche como ocurrista) podemos conectar una cámara y automáticamente "captará" nuestra cara cuando suframos un coche, enviándosela a nuestro rival para su regocije personal.

Aunque no todo son pros para la versión de Playstation 3. Como es natural, el modo Online no va tan fluido con la versión para Xbox 360, el mando de control, dadas sus características ergonómicas no es el más indicado para este título y la imposibilidad del uso de nuestra propia BSO nos obligan a sufrir a Avril Lavigne o temas de insustancial punk adolescente (sublime, no obstante, la inclusión de "Paradise City" de los Guns & Roses).
En definitiva, Burnout Paradise es una gran decepción que ha optado por el camino incorrecto. Su esencia se ha diluido más que nunca, siendo la sombra de lo que un día fue, porque amigos, "Paradise" está más cerca de un Need for Speed de última generación (en cuanto a estructura y espíritu) que de las carreras hipnóticas y vibrantes a las que nos tenía acostumbrados.

Puntuaciones

Gráficos: 9.0

Sonido: 6.5

Jugabilidad: 5.5

Duración: 7.0

Multijugador: 8.0

Historia: 0.0

TOTAL: 7.0