Una personal visión.
Comienzo a escribir estas primeras lÃneas en el tren de regreso a casa, tras asistir a tres intensos dÃas en el Gamelab de Barcelona. Tres dÃas llenos de conferencias, reuniones con desarrolladores y una entrega de premios que sirve como escaparate anual de lo mejor que la industria española es capaz de parir. Siento miedo escénico, hace mucho que no escribo y temo caer en la mediocridad de aquel que redacta crónicas insulsas que ni el mismo leerÃa.
Por suerte, algo llama mi atención y me aporta un punto de vista completamente nuevo e inesperado sobre mi futura redacción. En el asiento de atrás, dos jóvenes visionan un videoclip con la música en alto. Star Guitar de los Chemical Brothers, muy apropiado para un viaje en tren. Al rato comienzan a hablar de series de televisión que también conozco e incluso comparto algunas de sus opiniones sobre sus protagonistas. Escucho un último tema antes de aislarme con mis auriculares: "viste los videos del pasado E3? el juego ese de disparos es una pasada, casi parecÃa real!".
 De vuelta en mi solitario mundo de recuerdos y letras, empiezo a plantearme algunas dudas sobre la independencia del pensamiento individual frente al monstruo mediático y cultural que nos mastica cada dÃa. ¿Por qué esos completos desconocidos comparten todos esos conocimientos conmigo? ¿Acaso toda esa neo-cultura puede predeterminar el camino en la creación de nuevos productos audiovisuales?
Como desarrollador profesional de videojuegos estoy convencido de que asà es. En reuniones de diseño es muy común que los comunicadores apoyen su explicación con frases del estilo de "esa situación tiene que ocurrir como en tal pelÃcula" o "el personaje deberÃa saltar como en tal otro juego".
La siguiente duda que me asalta con un escalofrÃo es si esta influencia predispone nuestras creaciones en una dirección homogénea. La respuesta se me presenta como recuerdo de una de las grandes lecciones de Shigeru Miyamoto, en la que explicaba que la mayor parte de sus influencias no vienen dadas por las gentilezas del mundo moderno. Juegos como Mario, Zelda y Pikmin surgieron de una combinación de las vivencias y recuerdos infantiles relacionados con sus largos paseos por el bosque y la desbordante imaginación del maestro japonés.
Si el que es considerado como el mayor genio del mundo del ocio interactivo afirma no haberse basado en ninguna serie, pelÃcula o videojuego anterior para crear sus obras maestras, ¿cómo puede escapar un creador moderno de este mundo mediatizado y liberar su imaginación con la experiencia de otros que no comparten su misma cultura?
 Gamelab es sin duda una de las mejores soluciones (la mejor en nuestro paÃs) para aquellos desarrolladores y futuros creadores de videojuegos que quieren descubrir nuevos conocimientos y puntos de vista sobre su sector profesional. Un bosque de ideas por el cual los asistentes pueden pasear y recoger la experiencia de otros para lograr dos grandes metas: la innovación y viabilidad de sus futuras producciones.
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