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Square-Enix nos devuelve una vez más al prodigioso mundo de Mana, que aunque llega con la idea de ser un RPG distinto, centra todo su desarrollo mayoritariamente en combates a través de interminables mazmorras relegando el componente de rol.
BIENVENIDOS A ILUSIA
Según cuenta la leyenda, existía una pequeña isla ubicada en el centro del mundo, y justo ahí se encontraba el gran Árbol del Mana, fuente de toda vida. En esa misma isla se oculta una espada mágica, protectora del bien, que escoge a su portador cuando el mundo está en peligro. Así arranca la historia del juego, entre espadas y magia, espíritus y diosas. Como no podía ser de otro modo, el mundo de Ilusia nuevamente esta en peligro y nuestro deber es proteger el sagrado Árbol de Mana y a los habitantes de la aldea de Mana. A través de cuatro personajes, con distintas habilidades cada uno, seleccionaremos a nuestro protagonista. Divididos en dos grupos, bien si deseamos dominar la magia o las armas. Duchos en armas tenemos a Ferrick (la mejor opción para comenzar) o a la intrépida Tamber. En el apartado de magias y conjuros: Poppen (controla bien las magias pero es un negado para el combate cuerpo a cuerpo) o un misterioso Viajero (raza que guarda cierto parecido con un gato). Al seleccionar a nuestro protagonista se nos dará la curiosa opción de cambiarle el color del cabello, más adelante explicaremos el porqué.
Una vez pasemos a controlar a nuestro protagonista, comenzaremos en el único pueblo existente en el juego, (la anteriormente nombrada aldea de Mana). Por lo que de un plumazo se ha borrado uno de los principales componentes de los juegos de rol, el viajar a través del mundo conociendo al resto de habitantes e interactuar con ellos. Disponemos de una única aldea para hacerlo todo, entrenarnos, comprar armas, crear gemas mágicas, invocar a espíritus para que nos acompañen en la batalla…. Para entrar en la mecánica del juego, nada más comenzar, el maestro de armas y alcalde, Moti, nos enseñará a manejar la espada, nos dará unos breves consejos y deberemos de partir hacia un santuario donde malévolas fuerzas tienen retenida a la sacerdotisa de la aldea, Tess. Antes de partir podremos comprar armas en la tienda de Millonario, la bola de oro. Como no, podremos escoger a un espíritu para que nos ayude, principalmente están basados en elementos (fuego, agua, tierra, viento….). Bien, una vez pertrechados con todo lo necesario, comenzamos la aventura en la primera mazmorra. Allí lucharemos contra bastantes enemigos secundarios, e iremos subiendo a través de las plantas de ésta cuando consigamos una pequeña gota (la luminesfera), oculta en la planta, que deberemos de portar hasta una luz. Así una y otra vez hasta llegar a encararnos con el guardián de la mazmorra. Durante el combate y cuando estamos a punto de ser derrotados, aparecerá la espada de Mana nombrándonos como elegido y gracias a la cual derrotaremos al ser maligno que nos tenía entre la espada y la pared.
Tal y como lo hemos comentado suena a una buena mecánica de juego, típica en muchos títulos, pero el principal problema de Children of Mana, es que este patrón se repite una y otra vez. Partimos del “único” pueblo, avanzamos por la mazmorra de turno y derrotamos al villano, para acto seguido volver al pueblo, armarnos y de allí a otra mazmorra. Si morimos regresaremos al poblado y a lo que hay que sumar también la imposibilidad de guardar partida hasta finalizar una mazmorra o regresar a la aldea. Imperdonable para un juego de una consola “portátil”.
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