Mercenaries 2: World in Flames

Xbox 360
8.5
Mercenaries 2: World in Flames 10 TodoJuegos
Publicado el 10-10-2008 a las 15:01 Página 1 de 2   >>   
Autor: Omar Álvarez García

El mundo a través de la mirilla del rifle

No hay un atisbo de culpabilidad tras nuestros actos en Mercenaries 2. Ni rastro de moral, ni emoción humana alguna, ni vulgares repercusiones. No. Pocos juegos son tan capaces y honestos como la secuela de Pandemic en, dejarnos claro que estamos ante una ficción, donde los civiles son las víctimas menos calamitosas de todos los tiempos, meros peones que no atropellamos no por sarna si no por pereza.

Asumiremos el rol de mercenarios, con una carencia de escrúpulos sin igual y una mala baba particular. A la elección de cada avatar (más visual que jugable, ya que son muy parecidos) comenzaremos a infectar de plomo Venezuela, sin pudor, sin miramientos.

Tras una premisa brillante, donde deberemos vengar nuestra nalga derecha de un balazo poco respetuoso, tendremos que ponernos de acuerdo con las diferentes facciones de Venezuela en guerra contra un golpe para-militar. Estas son cada cual más pintorescas: desde una compañía de petróleo de ideología liberal, un campamento de militares y activistas comunistas, unos piratas (no es broma) o los propios EEUU con sus clásicas ínfulas coloniales. ¿Todo por salvar Venezuela? No, por aumentar nuestras arcas.

En el primer contacto que tuve con el juego en Londres hace unos cuantos meses, la eterna promesa sobre una libertad absoluta era la principal baza de Pandemic. Cuando juegas unas horas a Mercenaries descubres que es mucho más sincera de lo que podríamos intuir.

Por su puesto, no podremos ir de shopping, ni “tunear” nuestro vehículo, ni si quiera realizar acciones cotidianas. Ahora, destruir y embrutecer, a placer. En el desarrollo parecen haber tenido esta máxima muy clara y se nota en su repercusión jugable: imaginad que no nos apetece (por poner un ejemplo extravagante) bombardear sin miramientos toda una mansión plagada de militares en vez de entrar a ella uno a uno. Es posible. Imaginad ahora si avanzamos por la selva y mediante el sutil giro de nuestro cañón, derribamos una palmera. O en tiempo real, destruimos una edificación cualquiera de en medio de una ciudad a través de un ataque aéreo.


Caratula

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