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¿Heredero de Diablo?
Hellgate: London es el primer título de Flaghsip. Rara vez la ópera prima de un estudio ha logrado tanta repercusión mediática los meses previos a su lanzamiento, con un seguimiento intensivo de su trabajo. Pero no era para menos, Flaghship es un estudio creado por una gran cantidad de integrantes de la antigua Blizzard, concretamente con parte del equipo creativo tras el genial Diablo.
Flagship además ha tenido el coraje de defender que su nuevo juego era una “revisión” del clásico con jugabilidad adaptada a las tecnologías actuales y sus posibilidades. No suficiente, el juego tenía además una premisa espectacular, que era llevar el juego a un entorno futurista, diametralmente alejado de los Diablo generales (y salvo Starcraft, del mundo Blizzard en general). He aquí, uno de los primeras lacras, desaprovechar una idea tan tremenda:
La idea de reconquistar Londres devastada por un ejército de demonios (literales, nada de alegorías, demonios satánicos directamente sacados de la Biblia) era sumamente arriesgada y original. Hemos visto este concepto cientos de veces (normalmente, con absurdas invasiones alienígenas de por medio) pero rara vez con connotaciones tan cristianas. Y era tan arriesgado (de hecho, el mero hecho de defendernos ante un ataque divino es suficientemente bizarro) que las posibilidades de no acertar eran altas. Aunque tenía cierta esperanza.
Desde una introducción descafeinada (el juego viene doblado al castellano, pero sólo las secuencias iniciales y finales) dónde se promulgan valores como el honor o la supervivencia extrema, el juego es un paseo por una “Londres” devastada de seres sin ningún tipo de carisma, más una caza que una resistencia. Entrecomillo Londres porque la recreación de la ciudad es nefasta, el título no logra mostrar un concepto tan complejo en ningún momento con fidelidad. Toda la dirección de arte es bastante deficiente, siendo monótona, impersonal, hortera en definitiva. Los Templarios (supervivientes subyugados a vivir en el metro refugiados) tienen un diseño futurista similar al de juegos de rol de tablero mientras que la ciudad y criaturas parecen sustraídas de un disco de Heavy mediocre. El apartado visual es, en general, demasiado gris, demasiado similar a absolutamente todo lo visto en los últimos años, pero sin su carisma (o simplemente, sin su espectacularidad, normalmente suficiente reclamo como para llamar nuestra complaciente atención).
Técnicamente el juego tiene un engine escalable y bien optimizado, con lo que se le perdona su falta de ambición (prácticamente cualquier juego a nivel medio puede hacerlo correr con resultados fiables). No obstante, está muy lejos de los juegos del género, incomparable a títulos como The Witcher. La banda sonora original es interesante, combina melodías electrónicas monótonas y sin carisma pero funcionales y que se adaptan de forma estupenda a la frenética acción. Las secuencias de vídeo emplean música sacra, descontextualizada y tan manida que en vez de meternos en situación, provoca la risa. Los efectos sonoros son buenos, se integran en el juego y no aumentan las sombras (de por sí, demasiado alargadas…) del resto del juego.
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